En una de las callejas internas de Hogsmeade, en el subsuelo de una antigua estructura, se encuentra Alas Negras. Negocio ambulatorio que pertenece a Maedhros, el cual se dedica a todo tipo de objetos de valor, tanto monetario como sentimental. Además de realizar labores que intercambia a sus clientes por monedas de oro u objetos a modo de trueque. Aunque esto último no es sabido a la luz del día.

El negocio es simple, tras una puerta de vidrio oscura, se encuentra una habitación amplia, donde hay ubicadas algunas repisas, bibliotecas, estantes con objetos. Una mesa en medio muestra pergaminos, libros e incluso vestimentas de siglos pasados. Las paredes son de ladrillo negro y en medio se encuentra una gran araña con dos docenas de velas.

En la pared se encuentran algunos carteles de publicidad y aclaración sobre los trabajos de allí (claramente los legales): “Local para la venta de objetos usados. Equipo de trabajo para negocios personales. Verificación de antigüedades familiares. Limpieza de reliquias y objetos. Ferias de fin de semana. Exposiciones mensuales de obras antiguas. Libros viejos y usados."

Hay un sillón de tres cuerpos y algunas sillas por allí, para los clientes que desean esperar o detenerse a observar algún objeto deseado. Un mostrador pequeño ubicado al fondo del negocio muestra algunas fotografías que se mueven y camuflan una puerta que lleva a la estancia del propietario, el sitio que usa para dormir cuando no se encuentra fuera. Nadie entra allí, ni aunque exploten la entrada.

“Alas Negras. Un sitio donde podrá garantizar un excelente trabajo” algunos objetos vibran o tiemblan. O por momentos se iluminan. Algunos grandes frascos de vidrio contienen cosas que nadie puede saber a ciencia cierta. ¿Varitas rotas? Sobre la chimenea apagada, hay una de éstas armas sobre un mullido almohadón rojizo.

¿Y los trabajos ilegales? Claramente que es información que llega por rumores o de boca en boca. ¿En qué consiste? Maedhros se encarga de aquellos trabajos que un mago o bruja no quiere o no puede. ¿Entregar una carta? ¿Hechizar a una persona? ¿Robar un objeto? Muchas cosas pueden surgir. Y para llegar a una reunión con él, simplemente se deja el nombre del cliente anotado en un pergamino, por debajo de aquella hermosa varita encima del almohadón. Era un ingreso extra que ayudaba al joven mago a sobrevivir (y desquitarse un poco)

Un antiguo manuscrito con 225 hojas de pergamino estaba abierto sobre la mesa del despacho de Samantha. La bruja lo cerró con cuidado. Lo había estado mirando por milésima vez en su vida, aunque ya no necesitaba hacerlo, se lo sabía de memoria. 

Hasta hacía aproximadamente unos 30 años, el Flateyjarbók, o Codex Flateyensis, se encontraba en el Museo Real de Copenhague aparentemente bien cuidado y protegido. Sin embargo, Valtyr Sokal había conseguido robarlo aprovechando que debía ser trasladado a Islandia. El padre de Samantha había dejado en su lugar un hechizo que le hacía creer a las autoridades del Instituto Árni Magnússon, que ahora ellos contaban con el.

Samantha creció empapándose de las historias que allí se contaban, historias que la llevaban a través de los siglos al encuentro de sus antepasados. Ella había amado ese libro, lo había copiado una y otro vez cuando era niña, y cuando se especializó en paleografía quiso basar su tesis en él. Sin embargo, con solo los conocimientos de una recién graduada, comenzó a notar que había pequeños detalles que no coincidían con la fecha en que se suponía que había sido escrito. De hecho, el fantasma de su bisabuelo le había dicho que el texto tenia incluso errores de concepto. "Tu lo habrías falsificado mejor"- habían sido las palabras del viejo Holger.  

Si bien en ese momento la bruja danesa cambió el tema de su tesis, no pudo olvidarse del asunto. Si el libro había pasado el escrutinio de los expertos muggles de Islandia y Dinamarca era porque había sido falsificado con magia. Pero ella era una bruja, a ella no podían engañarla tan fácilmente.

Y ahora, estando en Hogsmeade, un fragmento de conversación en una taberna le había hecho pensar que el original estaba cerca, al menos estaba en Escocia. Y ella lo quería, si, definitivamente quería tener ese manuscrito original.

Metió el libro en su bolso y se dirigió a Hogsmeade en la moto. Vestía como muggle, Le daba igual si pasaba o no desapercibida,  mejor que se acostumbraran, había llegado ahí para quedarse.

Se paró frente a la fachada del negocio "Alas negras" y respiró hondo. Aunque le resultaba un poco intimidante le gustaba el nombre, y le gustaba el lugar, un subsuelo. No tenía idea de si lo que le habían contado era cierto pero estaba dispuesta a intentarlo todo por el original del Flateyjarbók.

Con paso decidido se abrió camino entre libros, antigüedades y otros trastos hasta llegar a una varita rota que reposaba sobre un almohadón rojo. Si, allí estaba. como le habían dicho.

Tomó un pedazo de pergamino y escribió su nombre "Samantha Sokal". Esperaba que el propietario la cite, quería ver si alguien era capaz de lograr lo que su padre no había logrado.

Moví la varita y algunos pergaminos quedaron ordenados, pero ocultos, por encima de uno de los estantes traseros. Hacía ya una semana que había abierto aquel negocio y nadie había puesto los pies sobre Alas Negras. ¿Acaso la gente era idiota? ¿Tenía miedo? Desde pequeños siempre me había familiarizado con sitios como el que había logrado armar, oscuros y solitarios. ¿A quién le agradaba uno repleto de personas y lleno de ruidos?
 
Aún asi, había utilizado el tiempo para algo productivo. Al menos. Todas las noches, cuando los propietarios se regresaban a sus hogares, me encargaba de analizar local por local. Algunos simplemente no necesitaban que los revisara, ya que contaba con productos comestibles o de poco interés, pero otros, por Merlin… eran demasiados tentadores.
 
Una voz se encargaba de aconsejarme en mi cabeza. Y era la lógica que me decía que si un negocio podía ser sitio de atención para objetos robados era el mío. Un nuevo en el pueblo con un local tan oscuro como su cabello. Así que tenía que encargarme de hacer cada uno de mis trabajos cuidadosamente. Me encaminé hacia la puerta escondida y guardé unas cosas dentro de mi bolsa de cuero, ya que todo había salidos como menos lo esperaba.
 
Hubo un ruido, unos pasos y luego silencio.
 
Rápidamente cerré la puerta y ésta se camufló como solía hacerlo. Me puse de pie y quedé por encima del mostrador. Una bruja rubia estaba cerca de la entrada ¡Y de la varita! Entrecerré los ojos y me crucé de brazos, observando que dejaba un papel por debajo de ella. Avancé unos pasos mirándola detenidamente.
 
— ¿Disculpe? ¿Qué está haciendo? Eso no está en venta —me iba a acercar para alejarla lo más posible de ella, pero antes de terminar el primer paso, pude ver que el pergamino que había colocado por debajo del objeto, tenía escrito su nombre—. ¿Cómo sabias eso? ¿Quién te lo ha dicho, mujer?
 
Me acerqué un poco más pero con un tono un poco más amigable. ¿Se notaba? Estaba seguro que no. Pero las personas me incomodaban y más si se trataban de desconocidos. No solo que era el primer cliente dentro del pueblo mágico, sino, que era el primero en requerir algo que no era legal a los ojos del Ministerio de Magia.
 
— Maedhros —exclamé tendiéndole la mano a Samantha, la cual estaba pidiéndome una reunión en aquel momento. Vi sus ojos y me parecía familiar de algún lado.

Samantha se sobresaltó. Alguien le estaba hablando, y parecía ser el propietario del lugar.

Se dio vuelta y le  estrechó la mano. -Maedhros -pensó- si, Maedhros ¿Saith?, ¿Vaith?- no se acordaba, pero estaba segura de que era él. Cuando ella terminó Hogwarts el chico estaría en quinto mas o menos, No habían sido amigos, ni siquiera pertenecían a la misma casa, pero la bruja danesa igualmente lo reconoció,  

Así que a eso se dedicaba ahora. Samantha no tenía intención de explicarle como se había enterado. Después de todo, ¿cómo podría explicar que había recibido un mensaje de vaya a saber quien enviado por medio de uno de los inconfundibles cuervos criados en Kronborg?

- No creo que te acuerdes de mí -respondió la bruja danesa seriamente - pero quiero que examines esto y me digas que opinas.

Abrió el bolso y sacó el manuscrito. Era el que su padre había robado del museo. No iba a decirle que era una falsificación y mucho menos que tenía al menos media docena de manuscritos iguales en Dinamarca, hechos por ella misma. Si Maedhros no se daba cuenta de que era falso no le serviría de nada su ayuda. Ella quería saber quien era el falsificador y, sobre todo, conseguir el original.

- No tengo intenciones de venderlo -aclaró- solo dime qué opinas y entonces te diré lo que busco hacer con él.

-Esta rutina me está matando- dije en voz alta, expresado mis pensamientos, llevaba meses en la misma rutina del trabajo a la casa de la casa al trabajo.

- Ya sé que voy a hacer hoy- termine de decir esto y me levanté del sofá de mi cuarto y me cambié, quería salir a dar una vuelta a ver si lograba comprarme algo.

Me encontraba dando una vuelta por uno de los callejones de hogsmeade, cuando decidí ingresar a unos de los negocios de esa callejuela.

"Alas Negras" que nombre más extraño, entraré a conocer; pensé mientras me dirigía al lugar.

- Buenas tardes?- pregunte mientras terminaba de ingresar al lugar y veía varios objetos en vitrinas y estantes. " Wow es una venta muy variada" pense. Mientras esperaba que alguien me atendiera.

@Maedhros Vaith